El bypass gástrico es el tipo de cirugía bariátrica que se practica con más frecuencia para el tratamiento de la obesidad mórbida. Esta técnica modifica el sistema digestivo con una doble finalidad: reducir la cantidad de alimentos que se pueden ingerir (criterio restrictivo) y la capacidad de absorción de nutrientes del intestino (criterio malabsortivo).

Para ello, se reduce el tamaño del estómago hasta dejarlo con una capacidad de 20-50 c.c. y luego se conecta directamente a un tramo más adelantado del intestino delgado (bypass), de modo que sólo se utiliza un 60% del mismo para la absorción de alimentos.

La cantidad de peso que se pierda con esta técnica quirúrgica dependerá del modo en que el paciente tras la intervención cumpla con la dieta impuesta por el médico y de la cantidad y calidad del ejercicio físico que realice. Se puede llegar hasta el 50-75% del sobrepeso al cabo de un año, aunque la mayor pérdida de peso se produce al inicie y luego se reduce gradualmente con el paso del tiempo.

Asimismo, será necesario realizar una labor de reeducación de estómago con el fin de que una vez alcanzado el peso ideal, el paciente mantenga hábitos saludables, con una alimentación equilibrada y una actividad física suficiente, evitando así recuperar el peso perdido.

Es ésta una de las razones por lo que los candidatos a un bypass gástrico deben pasar una evaluación psiquiátrica o psicológica, con el fin de evaluar su posterior adherencia al tratamiento. Este tipo de intervención puede realizarse por medio de una cirugía abierta o por laparoscopia, pero en cualquier caso conlleva todos los riesgos asociados a una cirugía, especialmente en lo que se refiere a un posible accidente cerebrovascular, por lo que sería absurdo realizar esta intervención en un paciente que no vaya a seguir el tratamiento dietético y de ejercicio físico necesarios para perder el exceso de peso.

El bypass gástrico se realiza a personas con un índice de masa corporal (IMC) superior a 35-40 (más de 45 kilos de sobrepeso en los hombres y 36 en las mujeres) y que presentan síndrome metabólico (coincidencia de tres o más factores de riesgo cardiovascular) o diabetes tipo 2 e hipertensión arterial.

Hay que tener en cuenta que uno de los beneficios que ha demostrado este tipo de cirugía bariátrica, además de la importante pérdida de peso, es la reducción de los niveles de azúcar en sangre y de la insulina, lo que supone una importante mejoría en lo que respecta a la diabetes tipo 2.

Pero el bypass gástrico y el tratamiento posterior aportan otros importantes beneficios a los pacientes, ya que se produce una mejoría significativa en relación al asma, la hipertensión arterial, el reflujo gastroesofágico, la hipercolesterolemia o la apnea obstructiva del sueño (muy frecuente en personas con obesidad mórbida). A ello cabría añadir la ganancia en capacidad de movimiento, resistencia física, capacidad respiratoria y, como consecuencia, la recuperación para el desarrollo normal de las actividades de la rutina diaria.